jueves, 26 de mayo de 2011

Bajo Mínimos #14: Por qué odio Saturno, de Kyle Baker (Vertigo)

Bajo este título que suena a ciencia ficción encontramos una crítica entre satírica y patéticamente realista a la sociedad moderna vista por los ojos de una chica moderna de Nueva York que, como tantos otros, se da cuenta de lo estúpido que es todo pero no hace gran cosa por cambiarlo.


La historia está escrita en 1990, yo la he acabado de leer hoy mismo, y os aseguro que es de rabiosa actualidad. Al fin y al cabo, a parte de Internet y los móviles, ¿que ha cambiado desde entonces? NADA. Y esos trastos tienen ya sus años. Además, pueden ser muy útiles, pero reconozcamoslo, en la ficción solo sirven para hacer peores historias. Antes el héroe herido tenía que buscar desesperadamente una cabina para avisar a sus colegas de la emboscada, ahora llama por su móvil y listo. Antes, una exhausta estudiante de instituto tenía que pasar horas en la biblioteca para encontrar la forma de acabar con la plaga de vampiros mientras por la ventana veía acojonada como anochecía, ahora lo busca en Internet en dos minutos, ¡¡y desde su móvil!!... pero bueno, creo que me estoy desviando del tema.

El caso es que en este cómic de 200 páginas y pico Kyle Baker nos señala a través de una atípica historia todos los vicios y defectos de nuestra loca sociedad, y aunque no nos propone soluciones realistas, al menos nos muestra como sus personajes logran sobrevivir a todos los tópicos sin llegar a caer del todo en ellos. Está dividido en pequeños capítulos que se leen rápido y son más o menos independientes, aunque sigue una historia central que, aunque al principio no lo parezca, nos lleva desde Nueva York a California y vuelta.

Vale la pena leerlo, de verdad, sobre todo para darnos cuenta de que todo lo que creemos actual ya lo era hace 20 años, y entonces ya era viejo. Ah, es en blanco y negro, y con los textos al margen de las viñetas. Moderneces.

Os dejo con una página que creo que viene al pelo con la situación actual.


Y que conste, yo a este respecto creo que AÚN no estamos tan mal.

martes, 24 de mayo de 2011

15-M ¿HASTA CUANDO?


Aprovechando la coyuntura (mi deplorable estado de salud que me ha dejado postrado, un portátil y un día entero de tiempo libre) vuelvo a retomar mi actividad en el blog, para hablar de algo que quizá ya se ha hablado demasiado, pero que me apetece compartir con vosotros.
Para los que hemos tenido el placer de poder acercarnos a la plaza del Ayuntamiento estos días, me parece inútil narrarlo con palabras, es una sensación indescriptible. Parece que la gente por fin ha despertado de un letargo en el que nunca nos deberíamos haber sumido por culpa del conformismo. Miles de personas protestando por una misma causa, sin partidos, colores ni banderas. Sólo gente intercambiando ideas, mandando de forma ejemplarmente pacífica un mensaje al mundo de que estamos aquí, que estamos hartos de ser manejados por políticos, multinacionales, bancos y medios de comunicación.
Sólo eramos gente, pero estábamos unidos y habíamos tomado la calle. Por fin, por fin España ha despertado y por fin hemos alzado la voz. Pero, ahora viene la pregunta del millón ¿ahora qué?. Las elecciones del domingo no hacen sino demostrarnos que algo tiene que cambiar, las alternancias en el poder son cíclicas desde que se inventó este sistema político mal llamado democracia. Como ya dije una vez en un artículo dedicado a las elecciones europeas "da igual quien gane, siempre perdemos los mismos", y si no me creéis contestadme...
¿quién está pagando los abusos de la banca durante estos últimos años con rescates financiados con dinero público?
¿quién pierde su puesto de trabajo para que una junta accionarial se reparta multimillonarios beneficios, para además de eso pretender pagar a estos mismos trabajadores una prejubilación con dinero proviniente de la seguridad social? ¿quienes al trabajar para la administración han visto mermados sus derechos laborales sin ningún tipo de negociación sindical, mientras observamos cómo se gasta dinero a manos llenas en dudosos contratos millonarios con empresas privadas?
¿quien se ajusta el cinturón cuando al mismo tiempo los políticos se niegan a volar en clase turista, tienen chóferes, coches oficiales, dietas, sueldos vitalicios que pueden compatibilizar con otras fuentes de ingresos como cargos directivos en empresas privadas que previamente recibieron tratos de favor por ellos mismos? ¿quién tiene que subsistir con 400 euros y mantener una familia mientras que con sus impuestos paga la vidorra y los vicios de una realeza impuesta por un dictador que asesinó a sus mismos abuelos dejándolos enterrados en una cuneta en la que está prohibido investigar y a quien lo hace lo acusan de cohecho y amenazan con inhabilitar de su profesión?
¿quién tiene que llevar a sus hijos a estudiar a barracones?
¿quién se pasa 14 horas en urgencias o 2 años esperando tener consulta con un traumatólogo?
¿quién se juega la vida todos los días al ir a tabajar en bicicleta porque no hay dinero para asfaltar y pintar un trozo de carretera porque se ha gastado todo en pintar curvas en un circuito de formula 1 tan necesario como rentable?
¿quién paga una multa que supone la mitad de su sueldo por exceder en 20 km/hora el límite de velocidad mientras ve cómo alguien que roba, malversa y trafica con dinero público no sólo sale impune de ello sino que además es jaleado por miles de personas?
¿quién paga por una vivienda 10 veces su valor real? ¿quién es esclavo de una hipoteca por el resto de su vida? ¿quién no puede acceder a una vivienda? ¿quién ha tenido que acabar yendo a comer a la beneficiencia? ¿quién se ve durmiendo en la calle?
¿quíén se ha dejado la vida trabajado duramente para llevar una pequeña empresa hacia delante y acabar bajando la persiana por no poder hacer frente a los pagos?

Podría hacer un millón de preguntas más, pero para todas es la misma respuesta... TÚ, NOSOTROS. Nosotros estamos pagando las consecuencias de este sistema político, de la globalización, del neoliberalismo y consumismo salvaje. Hay gente que aglutina fortunas cada vez mayores, y cada vez hay más gente que no tiene para comer. Por todo esto, no permitamos que el espíritu del 15-M quede como una utopía, como un "lo que pudo ser y no fue". Hay que seguir luchando. Ayer volví a la plaza del Ayuntamiento y me dio mucha pena ver cómo daba la impresión de que todo esto se disolvía lentamente como un azucarillo. A lo mejor no es así, pero yo oía conversaciones derrotistas y resignadas a que no se podía estar eternamente en la calle. Ahora se ha empezado un debate interno para llevar el movimiento a los barrios y pueblos. Lo veo bien, pero no para arreglar problemas vecinales cómo que se hagan parques o construyan bibliotecas, para eso ya existen otro tipo de asociaciones. Hay que llegar cada vez a más gente, para eso se tienen que utilizar las asambleas en los barrios. Tenemos que conseguir que este fenómeno llegue a los escépticos, a los desencantados, a los desinformados. Hay que lograr que cada vez que se convoque una manifestación-concentración (dando por hecho que los campamentos tienen los días contados) seamos más gente, gritemos más fuerte y nos hagamos oír cada vez más lejos. Tenemos que paralizar este país y este sistema. ¿hasta cuando? Hasta que consigamos lo que queremos, cambiar el mundo.

lunes, 23 de mayo de 2011

MICHAEL MONROE EN VALENCIA.

Esto es lo que vivimos el Viernes pasado Gurrito y un servidor en la sala Durango de Valencia.

Fue algo tan acojonante que no puedo dejar de ofrecéroslo.

Os perdísteis algo muy, muy grande.






Esto sólo, para cerrar bocas de lo "acabado" que estaba Michael Monroe.

viernes, 13 de mayo de 2011

DE COMO EL ESPÍRITU DE SUPERACIÓN Y LA CAPACIDAD DE SUFRIMIENTO, FORJARON MI CARACTER O, EL ENANO

Esa mañana, mis robustos gemelos me hicieron albergar falsas esperanzas. Con la inocencia propia de quien ignora su fatal destino acudí a la cita en la que, sin saberlo, me jugaría la vida, una vez más.
Para la ocasión me prestaron una montura gran reserva. Un hierro amarillo con más años de mili que Franco de caudillo. Para manejarlo correctamente habría necesitado más horas de instrucción que un piloto de combate, pero a los cinco minutos del préstamo ya andaba yo, por ahí, dando pedales.
A cada cambio de marcha, le seguía un sonido insoportable, que obligaba a cualquier viandante que se encontrase a menos de cien metros a la redonda a girarse y mirar en mi dirección. Los complejos engranajes de tan venerable herramienta parecían estar al borde de la muerte y así me lo hacían saber cada vez que se me ocurría forzarlos a cambiar de posición. Más fácil me habría resultado azotarlos con una fusta o picarlos con unas buenas espuelas.
Quisieron los dioses que, a pesar de las dificultades y, gracias al ímpetu de mi juventud, que ya voy dejando atrás, fuese avanzando por polvorientos caminos, poniendo demasiada distancia entre mi ser y mi hogar. Cosa, que habría de pasarme factura, del modo más vergonzante al que jamás nadie hubo de enfrentarse.

¡Vaya pedazo de burra!

Mis compañeros de viaje, aquellos que me invitaron a una "bucólica" jornada, marchaban, indefectiblemente, entre cien y doscientos metros por delante de mi. En ocasiones, se ponían a mi altura y preguntaban: "¿Vas bien?", yo, con el hígado en la boca, siempre contestaba que no, pero aún así no cambiábamos el sentido de la marcha.
Fue frustrante para un hombre como yo, recio, alto, fuerte, de constitución hercúlea y que en esa ocasión rondaba los cien kilos de peso, el no poder plasmar mi superioridad física en una cadencia de pedaleo que me permitiese estar a la altura de Sister y Edison, o porqué no, superarlos ampliamente.
Después de aproximadamente trece kilómetros en sentido Ribarroja, paramos a beber agua y a ver como andaban los ánimos. Yo, expuse de nuevo mis motivos para regresar, pero resultaron inútiles, así que recurrí al comodín "suegra", se hacía tarde y comía en su casa. Fue en vano, no atendían a razones, y yo, que soy tan perseverante que prefiero la muerte a rendirme, me disponía a continuar cuando un ángel puso en mi boca lo que sería mi salvación. Sentí la imperiosa necesidad de expulsar líquidos en forma de salivazo, y esa necesidad se convirtió, con la naturalidad que siempre acompaña a los hombres, cuando no hay mujeres cerca, en una realidad verde, espesa, cuasi humeante y ... ¡sangrante!
Ante aquella prueba material de que había tocado fondo, los convencí para que emprendiésemos el regreso. La parte interna de mi cara se resintió durante semanas del bocado que acababa de propinarme, pero valió la pena, regresábamos a casa.
Ni Ulises en sus veinte años de odisea sufrió tantos percances como yo para recorrer los trece kilómetros de mierda que restaban.

Cuando las cosas son viejas, es natural que sufran averías, es lo que pasa con los electrodomésticos justo cuando se les acaba la garantía. Las bicicletas, no son diferentes. Y esta ley inquebrantable volvió a ponerse de manifiesto justo en ese momento, cuando volvíamos a casa.
Mi calamitoso estado físico me hizo olvidar las recomendaciones que debía seguir para evitar que mi bici se convirtiese en un puto gremlin. A saber; No cambiar de plato bajo ninguna circunstancia; No subir al piñón grande, ni bajar al pequeño; No beber agua sin bajarme de la bici; El cambio, para arriba más duro, para abajo más suave. Como podéis ver, un puto lío y mucho más cuando alguien está al borde de llamar llorando a su mama. Acabé dándole de comer pasada la media noche y descubriendo que pasaba cuando ponías el piñón más pequeño... Que se salía la cadena.
Tuvimos que parar tres veces a poner la cadena en su sitio. Cada pequeña rampa que se cruzaba en mi camino era como subir el Mortirolo o el Angliru, jodido de cojones. Nadie ha sido capaz de ir sobre una bici tan despacio, durante tiempo y no caerse. Caminando me habríais adelantado y así, en estas condiciones fue como llegué al puente de La Cañada, donde con una sucia maniobra por la que apunto estuve de refrescarme en el río, habría de rebasarme el que en un principio pensé era un niño, y habría, sin embargo, de convertirse en mi némesis.
Ahí lo vi partir, dejandome atrás, tan altivo, tan orgullosos de si mismo, pavoneándose con su bicicleta liliputiense. Un enano me había, casi literalmente, pasado por encima. Ahora, fríamente, asentado en la comodidad de saberme mejor que entonces, me sonrío al recordarlo, pero en ese momento mi actual condescendencia se convertía en hiel en los labios. La humillación sufrida no tenía parangón.

¿no os dá un poco de miedo?

Saqué fuerzas de donde no las tenía para lavar mi imagen. El enano pedaleaba como un demonio y me costó una vida coger su rueda, a todo esto Sister y Edison habían desaparecido en la distancia. Mi rostro debía ser un poema, cubierto de sudor y en una mueca constante de esfuerzo extremo. Sin embargo, de vez en cuando, un grupo de amantes de la hípica se cruzaba en mi camino trotando, con esos simpáticos saltitos que todos los jinetes pegan sobre la grupa de sus caballos. Es muy excitante ver a una joven y atractiva amazona dando furiosos golpes de cadera contra su silla de montar. En esas ocasiones, recomponía todo lo posible mi maltrecha figura y ofreciendo mi mejor perfil, sonreía y saludaba inclinando levemente la cabeza, todo un caballero.
Al enano lo dejé atrás en una pendiente a un par de kilómetros de donde me pasó. Fue una derrota efímera, breve, casi tan pequeña como quién me la inflingió, pero el recuerdo de esa humillación aún perdura y cuando las fuerzas flaquean, aún hoy, miro hacia atrás temiendo que el enano esté al acecho. De hecho, el temor a que me alcanzase de nuevo fue lo que me ayudó a no desfallecer.

Volví a ver a mis compañeros de viaje sentados en animada conversación, bajo la tupida sombra de un chopo centenario. Sus bicis en el suelo eran el marco perfecto para el fantástico día de diversión campestre que me habían prometido. Pasé de largo, ni los miré, estaba cegado por el deseo de llegar a casa de una puta vez... Además, secretamente, temía que el punto negro que veía a lo lejos por la retaguardia fuese el enano siguiendo mi rastro.
"¿Donde estabas tío?" me preguntaron, "Me paré a mear", mentí. "Pues si que has tardado", "me meaba mucho"...
Desde aquí me llevaron, casi a empujones, en una doliente peregrinación. Calambres en las piernas, dificultad respiratoria, manos llagadas y culo roto fueron el triste balance de los daños. Tan solo me quedó, en tan aciaga jornada, la satisfacción de ganarles el último esprint. Cuando vi que Nur me llamaba al móvil, esprinté como alma que lleva el diablo, cuando llegué a casa me acordé... No me había despedido.

Edison...
Sister...

¡Hasta luego!